domingo, 8 de septiembre de 2013

Ataúlfo Argenta (1913-1958), una batuta centenaria.

Este es el título de la exposición fotográfica que se ha podido ver, a cielo abierto, en la Plaza Porticada de Santander, dedicada a la figura del genial director de orquesta y pianista cántabro. La muestra ha sido comisionada por el periodista y escritor Jesús Ruiz Mantilla, autor también del breve opúsculo biográfico que entregaba gratuitamente el FIS en su Palacio de Festivales. La iniciativa parte de Acción Cultural Española (www.accioncultural.es) y ha sido refrendada por el FIS y los Ayuntamientos de Santander y Castro Urdiales, no así por el Festival Internacional de Granada, que ha preferido mantenerse distante y al margen de esta conmemoración.
 
De niño yo cogía una caja de tabacos a manera de tarima, y una cerilla larga o una varilla de caja de zapatos, como batuta, y me ponía a dirigir mi orquesta particular. Mi abuelo me veía y exclamaba: “¡Argenta, Argenta!” Las audiciones en el Sardinero de la banda municipal de música completaban la ilusión por emular a un gran artista.
Ataúlfo Argenta. Argenta a secas. Basta oír ese apellido para identificar al más universal director de orquesta español de nuestra historia musical. El Festival Internacional de Santander le debe su existencia, pues fue quien se empeñó con afán en convencer a las autoridades para que una orquesta nacional tocara en un lugar de paso público, la Porticada. Entre el 1 de agosto y el diez del mismo mes de 1953, hace ahora sesenta años, Argenta dirigió con gloria en aquel teatro portátil de madera las nueve sinfonías de Beethoven; el éxito fue clamoroso, sobrecogedor: cinco mil espectadores le rindieron doce minutos de aplausos y vítores el último día, y el nueve el gobernador civil le regaló, en nombre del FIS y del pueblo de Santander, una batuta de plata, oro y brillantes, hoy expuesta en el vestíbulo del Palacio de Festivales. Por primera vez en España la música clásica, la música seria, se hacía popular, y a la vez, la música popular de la zarzuela y del pasodoble alzaba el vuelo y cobraba relieve y categoría de la mano de Argenta. Fue una simbiosis colosal, magnífica, que acaso hasta la fecha solo haya repetido otro director de talento, Rafael Frübeck de Burgos.

Ataúlfo Exuperio Martín de Argenta Maza tuvo orígenes humildes: nació en Castro Urdiales, en el nº 5 de la calle José María de Pereda, hace cien años, el 19 de noviembre de 1913, hijo del jefe de estación local, Juan Martín de Argenta, viudo, casado en segundas nupcias con Laura Maza Angulo. Juan Martín era enjuto y espigado, un fanático vegetariano. Ataúlfo iba a heredar esa estampa alargada, de más de metro ochenta, hombros altos, y brazos y manos estirados. Fue un crío serio y tímido, que se abría a la vida en cuanto tomaba confianza. Su padre era aficionado a Bach, y al ver ciertas aptitudes musicales en su hijo lo pone al cuidado de Justa Blanco Meiro, profesora de música, y de Vicente Aznar, pescador, quien le forma en violín y viola. El Círculo Católico de Castro se hace cargo de la preparación del pequeño Ata y con Julio Martínez, capitán del hospital de la villa, estudia piano, solfeo y violín.


 En 1925, con doce años, ofrece Ata su primer concierto público, interpretando piezas de Albéniz, Chopin, Rossini, Sydney  Smith y Antonio Nogués. Los domingos, por una peseta de sueldo, ponía acompañamiento al piano a las películas mudas que proyectaban en Castro. Dos años después, en otoño, Ata y su familia toman el tren para Madrid; el padre quería un buen futuro para su hijo. Argenta es aceptado en el Real Conservatorio de Música, donde se examina por libre de tres cursos de piano, tres de solfeo y dos de violín. El profesor Manuel Fernández Alberdi es su mentor y con él completa la carrera de piano en 1930 con premio extraordinario. Ayuda a prepararse Ata para los exámenes finales a su novia, Juanita Pallarés Guisasola, una joven pianista a quien había conocido en un grupo coral. A la vez, Argenta se presenta al Premio de piano Cristina Nilsson, lo gana y se lleva un piano de cola a casa. Pero tiene que venderlo al morir su padre, en enero de 1931. Su familia pasa por dificultades económicas; su madre trabaja de costurera, y Ata pide empleo en las oficinas de los Ferrocarriles del Estado. Mientras, toca los fines de semana en los merenderos de Cuatro Caminos.
Tras una corta estancia en Bélgica, el 2 de marzo de 1934 debuta como director al frente de la Orquesta Asociación de Estudiantes del Conservatorio de Madrid, con obras de Schubert, sobre el escenario del María Guerrero. Ataúlfo tenía veinte años. Los veranos toca para el público del casino de Los Molinos y del balneario de Mondariz (Pontevedra). El estallido de la Guerra Civil le pilla en zona sublevada y se ve obligado a alistarse. Es cabo de Transmisiones. Enferma de tifus y está a punto de ser fusilado por desertor cuando acude a dar un concierto a Segovia. Es aquí donde se casa con Juanita, el 13 de octubre de 1937. En noviembre de 1938, nace Ana María, su primera hija. Su segundo hijo, Enrique, fallece a los pocos días de nacer, nada más acabar la guerra.
En 1940, el pianista austriaco Winfried Wolf le oye tocar en el Teatro Español y le invita a ir becado a Alemania. Son los días de Hitler, el Reich y el nazismo. Ataúlfo no le hace ascos, y fija su residencia en Postdam, estudia con Wilhelm Furtwägler y con Wolf, y ofrece recitales y conciertos. Perfecciona su técnica con Carl Schuricht. Ata llega a desempeñar el puesto de catedrático de piano en el conservatorio de Kassel. Convoca a su esposa y a sus dos hijos para que acudan junto a él. Cuando Alemania comienza a desmoronarse bajo los bombardeos aliados, la familia regresa a España, vía París.
Por mediación del crítico musical Antonio Fernández-Cid, Argenta se entera antes que nadie del proyecto de fundar la Orquesta de Cámara de RNE, y con sus antiguos camaradas de conservatorio prepara el concurso. Se lo lleva y dirige la nueva formación. Cada semana daba dos conciertos con distinto programa, y ensayaba duramente los días previos. Ataúlfo se presenta a la plaza de piano de la Orquesta Nacional y la logra por oposición. Al mismo tiempo, crea la Orquesta de Cámara de Madrid, de la que es director sin retribución. En junio de 1945, nace su único hijo varón vivo, Fernando. La Orquesta de RNE es disuelta por problemas laborales. Argenta se plantea abandonar el oficio, aunque sigue dando conciertos de piano. Pero, en enero de 1947, y después de alguna exitosa suplencia del titular, Argenta es nombrado, junto a Bartolomé Pérez Casas, director de la Orquesta Nacional de España. Ataúlfo es riguroso, exacto, autoritario, exigente. Se especializa en las difíciles sinfonías de Brahms.
En junio de 1948, dirige a la Sinfónica de Londres, acompañado al piano por el maestro José Iturbi. Se interpreta, entre otros, a Guridi, sus Melodías vascas. En mayo de 1950, en París, Ata ofrece de propina La Revoltosa. Narciso Yepes ejecuta el Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo.
A partir de 1950, se crean los Festivales Internacionales de Granada y Santander. En la Plaza Porticada y en el patio del Palacio de Carlos V, cosechó Argenta sonoros y apoteósicos triunfos al frente de la Orquesta Nacional de España. En 1955, el director enferma de gravedad, de tuberculosis, y es sometido a cura en el Sanatorio Tablada de la Sierra de Madrid. Regresa a la dirección en abril de 1956. Junto con Sergiu Celibidache, Leonard Bernstein, y Herbert von Karajan, Argenta es uno de los directores señeros del panorama musical mundial. Su último concierto internacional llegó en noviembre de 1957, en París, al dirigir el Réquiem de Brahms. El evento fue radiado, y el genio estaba acompañado por el Orfeón Donostiarra y la soprano Pilar Lorengar. La última aparición pública del director fue el 19 de enero de 1958 en el Monumental Cinema de Madrid, interpretando El Mesías, de Haendel.
Ataúlfo Argenta falleció intoxicado por monóxido de carbono la mañana del martes 21 de enero de 1958. Tenía 44 años. El cuerpo fue rescatado del vehículo a las once, por un obrero de la empresa que hacía trabajos de reforma en su chalet de Los Molinos. Según se dijo entonces, había llegado allí la noche antes, acompañado de Sylvie Mercier, una muchacha suiza, alumna suya de piano. Ambos se metieron en el garaje, en el Austin de Argenta, con la ventana y la puerta de madera cerradas. La calefacción y los gases del motor los intoxicaron a ambos. La mujer pidió ayuda tocando la bocina del coche. La puerta del garaje estaba atrancada por la nieve caída. La Guardia Civil pronto llegó al lugar. Aficionado a los coches de alta gama, ¿cómo cometió el error de encerrarse con otra persona en un espacio reducido y con el motor y la calefacción en marcha? Por otra parte, alguien que ha luchado tanto y tan duro en la vida, ¿cómo se deja llevar por tamaño descuido?
La autopsia se realizó a las nueve de la mañana del miércoles 22 de enero, en el depósito de cadáveres de Los Molinos, a cargo del Dr. Luis Mariño. La causa de la muerte: hemoptisis y parada cardíaca. Según la información publicada en caliente por ABC, el albañil encontró la puerta del garaje abierta y al director, fallecido, dentro del coche. Nada de una mujer acompañante.
Se sucedieron los homenajes y las muestras de condolencia nacionales e internacionales. La Filarmónica de Viena suspendió los conciertos que tenía programados con él. La Orquesta Suisse Romande apadrinó a su hijo Fernando, costeándole los estudios hasta la mayoría de edad. A su viuda Juanita le quedó una reducida pensión de 800 pesetas.
Ataúlfo Argenta era apuesto y exitoso con el público femenino. Él no parecía desdeñar ciertas aventuras: “Cuando se hizo famoso las mujeres le seguían” (Eduardo Hernández Asiain, violinista e íntimo amigo). Sencillo, tertuliano, impulsivo, irreflexivo a veces; simpático con sus amigos, generoso, solidario. En 1957, donó su batuta de brillantes para paliar los efectos de unas inundaciones en Valencia; la batuta fue comprada por Radio Juventud de Murcia por 50.000 pesetas, y “rescatada” luego por suscripción popular por el pueblo santanderino, quien la retornó a sus hijos. Dotado de buena memoria, Argenta dirigía sin partitura a sus autores favoritos. Temperamental en el trabajo, enamorado de la pesca en Castro, del fútbol, de los buenos coches, del cine y de la fotografía. Popularizó la música clásica y engrandeció la música española, en especial la zarzuela. Junto a su amigo, el crítico de ABC Antonio Fernández-Cid, inició en el seminario de Corbán, cerca de Santander, a finales de los cuarenta, una serie de encuentros musicales que derivarían pronto en dos grandes festivales internacionales, de los que se beneficiarían también otros artistas de talento destacado, como el bailarín Antonio.
En agosto de 2013, el consistorio de Santander acordó dedicar a la memoria del director la calle de General Mola, que pasará a llamarse de Ataúlfo Argenta.
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Ataúlfo Argenta fue un hombre humilde hecho a sí mismo, con el beneplácito de dos dictaduras, la de Hitler en Alemania, y la de Franco en España. Sin embargo, fue un profesional querido, requerido y respetado después de la S.G.M. por países como Gran Bretaña, Suiza y Francia. Comparte con otro gran maestro, el pianista y director valenciano José Iturbi Báguena, ciertos rasgos coincidentes: Iturbi era hijo de un encendedor de farolas, trabajó como pianista de cine mudo, y ofreció una gira de conciertos benéficos para socorrer la riada valenciana de 1957. Pero dos días antes del nacimiento de Argenta en Castro Urdiales, Iturbi ya recogía éxitos como concertista en Bilbao y París. A diferencia de Argenta, que se fue a estudiar y a trabajar a Alemania bajo el nazismo, Iturbi marchó a Estados Unidos, donde prosiguió su carrera musical. Iturbi vivió entre Valencia y Los Ángeles, ciudad donde murió en junio de 1980.
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“¿Por qué tanta prisa en llegar a la dirección? Para ello es necesario una sólida preparación no solamente de composición, sino haciendo también un estudio profundo de algún instrumento… el estudio de la interpretación en la literatura escrita… tocar música de cámara… actuar si es posible en orquestas sinfónicas, y oír, oír… Esta es la preparación mejor para la dirección de orquesta.” (Ataúlfo Argenta, “La formación del Director de Orquesta”)
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[BIBLIOGRAFÍA: Ataúlfo Argenta. 100 años del nacimiento de un maestro, de Fernando Sastre Allegue, Santander, Ediciones Tantín, 2013.
Argenta, una batuta centenaria, por Jesús Ruiz Mantilla, folleto editado por Acción Cultural Española, 2013. Ver este folleto.]

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