Este es el título de la
exposición fotográfica que se ha podido ver, a cielo abierto, en la Plaza
Porticada de Santander, dedicada a la figura del genial director de orquesta y
pianista cántabro. La muestra ha sido comisionada por el periodista y escritor
Jesús Ruiz Mantilla, autor también del breve opúsculo biográfico que entregaba
gratuitamente el FIS en su Palacio de Festivales. La iniciativa parte de Acción
Cultural Española (www.accioncultural.es)
y ha sido refrendada por el FIS y los Ayuntamientos de Santander y Castro
Urdiales, no así por el Festival Internacional de Granada, que ha preferido
mantenerse distante y al margen de esta conmemoración.
De niño yo cogía una caja de
tabacos a manera de tarima, y una cerilla larga o una varilla de caja de
zapatos, como batuta, y me ponía a dirigir mi orquesta particular. Mi abuelo me
veía y exclamaba: “¡Argenta, Argenta!” Las audiciones en el Sardinero de la
banda municipal de música completaban la ilusión por emular a un gran artista.
Ataúlfo Argenta. Argenta a secas. Basta oír ese apellido para identificar
al más universal director de orquesta español de nuestra historia musical. El
Festival Internacional de Santander le debe su existencia, pues fue quien se
empeñó con afán en convencer a las autoridades para que una orquesta nacional
tocara en un lugar de paso público, la Porticada. Entre el 1 de agosto y el
diez del mismo mes de 1953, hace ahora sesenta años, Argenta dirigió con gloria
en aquel teatro portátil de madera las nueve sinfonías de Beethoven; el éxito
fue clamoroso, sobrecogedor: cinco mil espectadores le rindieron doce minutos
de aplausos y vítores el último día, y el nueve el gobernador civil le regaló,
en nombre del FIS y del pueblo de Santander, una batuta de plata, oro y
brillantes, hoy expuesta en el vestíbulo del Palacio de Festivales. Por primera
vez en España la música clásica, la música seria, se hacía popular, y a la vez,
la música popular de la zarzuela y del pasodoble alzaba el vuelo y cobraba relieve
y categoría de la mano de Argenta. Fue una simbiosis colosal, magnífica, que acaso
hasta la fecha solo haya repetido otro director de talento, Rafael Frübeck de
Burgos.
Ataúlfo Exuperio Martín de Argenta
Maza tuvo orígenes humildes: nació en Castro Urdiales, en el nº 5 de la calle
José María de Pereda, hace cien años, el 19 de noviembre de 1913, hijo del jefe
de estación local, Juan Martín de Argenta, viudo, casado en segundas nupcias
con Laura Maza Angulo. Juan Martín era enjuto y espigado, un fanático
vegetariano. Ataúlfo iba a heredar esa estampa alargada, de más de metro
ochenta, hombros altos, y brazos y manos estirados. Fue un crío serio y tímido,
que se abría a la vida en cuanto tomaba confianza. Su padre era aficionado a
Bach, y al ver ciertas aptitudes musicales en su hijo lo pone al cuidado de
Justa Blanco Meiro, profesora de música, y de Vicente Aznar, pescador, quien le
forma en violín y viola. El Círculo Católico de Castro se hace cargo de la
preparación del pequeño Ata y con Julio Martínez, capitán del hospital de la
villa, estudia piano, solfeo y violín.
En 1925, con doce años, ofrece
Ata su primer concierto público, interpretando piezas de Albéniz, Chopin,
Rossini, Sydney Smith y Antonio Nogués.
Los domingos, por una peseta de sueldo, ponía acompañamiento al piano a las
películas mudas que proyectaban en Castro. Dos años después, en otoño, Ata y su
familia toman el tren para Madrid; el padre quería un buen futuro para su hijo.
Argenta es aceptado en el Real Conservatorio de Música, donde se examina por
libre de tres cursos de piano, tres de solfeo y dos de violín. El profesor
Manuel Fernández Alberdi es su mentor y con él completa la carrera de piano en
1930 con premio extraordinario. Ayuda a prepararse Ata para los exámenes
finales a su novia, Juanita Pallarés Guisasola, una joven pianista a quien
había conocido en un grupo coral. A la vez, Argenta se presenta al Premio de
piano Cristina Nilsson, lo gana y se lleva un piano de cola a casa. Pero tiene
que venderlo al morir su padre, en enero de 1931. Su familia pasa por
dificultades económicas; su madre trabaja de costurera, y Ata pide empleo en
las oficinas de los Ferrocarriles del Estado. Mientras, toca los fines de
semana en los merenderos de Cuatro Caminos.
Tras una corta estancia en
Bélgica, el 2 de marzo de 1934 debuta como director al frente de la Orquesta
Asociación de Estudiantes del Conservatorio de Madrid, con obras de Schubert,
sobre el escenario del María Guerrero. Ataúlfo tenía veinte años. Los veranos
toca para el público del casino de Los Molinos y del balneario de Mondariz
(Pontevedra). El estallido de la Guerra Civil le pilla en zona sublevada y se
ve obligado a alistarse. Es cabo de Transmisiones. Enferma de tifus y está a
punto de ser fusilado por desertor cuando acude a dar un concierto a Segovia.
Es aquí donde se casa con Juanita, el 13 de octubre de 1937. En noviembre de
1938, nace Ana María, su primera hija. Su segundo hijo, Enrique, fallece a los
pocos días de nacer, nada más acabar la guerra.
En 1940, el pianista austriaco
Winfried Wolf le oye tocar en el Teatro Español y le invita a ir becado a
Alemania. Son los días de Hitler, el Reich y el nazismo. Ataúlfo no le hace
ascos, y fija su residencia en Postdam, estudia con Wilhelm Furtwägler y con
Wolf, y ofrece recitales y conciertos. Perfecciona su técnica con Carl
Schuricht. Ata llega a desempeñar el puesto de catedrático de piano en el
conservatorio de Kassel. Convoca a su esposa y a sus dos hijos para que acudan
junto a él. Cuando Alemania comienza a desmoronarse bajo los bombardeos
aliados, la familia regresa a España, vía París.
Por mediación del crítico musical
Antonio Fernández-Cid, Argenta se entera antes que nadie del proyecto de fundar
la Orquesta de Cámara de RNE, y con sus antiguos camaradas de conservatorio
prepara el concurso. Se lo lleva y dirige la nueva formación. Cada semana daba
dos conciertos con distinto programa, y ensayaba duramente los días previos.
Ataúlfo se presenta a la plaza de piano de la Orquesta Nacional y la logra por
oposición. Al mismo tiempo, crea la Orquesta de Cámara de Madrid, de la que es
director sin retribución. En junio de 1945, nace su único hijo varón vivo,
Fernando. La Orquesta de RNE es disuelta por problemas laborales. Argenta se
plantea abandonar el oficio, aunque sigue dando conciertos de piano. Pero, en
enero de 1947, y después de alguna exitosa suplencia del titular, Argenta es
nombrado, junto a Bartolomé Pérez Casas, director de la Orquesta Nacional de
España. Ataúlfo es riguroso, exacto, autoritario, exigente. Se especializa en
las difíciles sinfonías de Brahms.
En junio de 1948, dirige a la
Sinfónica de Londres, acompañado al piano por el maestro José Iturbi. Se
interpreta, entre otros, a Guridi, sus Melodías
vascas. En mayo de 1950, en París, Ata ofrece de propina La Revoltosa. Narciso Yepes ejecuta el
Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo.
A partir de 1950, se crean los
Festivales Internacionales de Granada y Santander. En la Plaza Porticada y en
el patio del Palacio de Carlos V, cosechó Argenta sonoros y apoteósicos
triunfos al frente de la Orquesta Nacional de España. En 1955, el director
enferma de gravedad, de tuberculosis, y es sometido a cura en el Sanatorio
Tablada de la Sierra de Madrid. Regresa a la dirección en abril de 1956. Junto
con Sergiu Celibidache, Leonard Bernstein, y Herbert von Karajan, Argenta es
uno de los directores señeros del panorama musical mundial. Su último concierto
internacional llegó en noviembre de 1957, en París, al dirigir el Réquiem de Brahms. El evento fue
radiado, y el genio estaba acompañado por el Orfeón Donostiarra y la soprano
Pilar Lorengar. La última aparición pública del director fue el 19 de enero de
1958 en el Monumental Cinema de Madrid, interpretando El Mesías, de Haendel.
Ataúlfo Argenta falleció
intoxicado por monóxido de carbono la mañana del martes 21 de enero de 1958. Tenía
44 años. El cuerpo fue rescatado del vehículo a las once, por un obrero de la
empresa que hacía trabajos de reforma en su chalet de Los Molinos. Según se
dijo entonces, había llegado allí la noche antes, acompañado de Sylvie Mercier,
una muchacha suiza, alumna suya de piano. Ambos se metieron en el garaje, en el
Austin de Argenta, con la ventana y la puerta de madera cerradas. La
calefacción y los gases del motor los intoxicaron a ambos. La mujer pidió ayuda
tocando la bocina del coche. La puerta del garaje estaba atrancada por la nieve
caída. La Guardia Civil pronto llegó al lugar. Aficionado a los coches de alta
gama, ¿cómo cometió el error de encerrarse con otra persona en un espacio
reducido y con el motor y la calefacción en marcha? Por otra parte, alguien que
ha luchado tanto y tan duro en la vida, ¿cómo se deja llevar por tamaño
descuido?
La autopsia se realizó a las
nueve de la mañana del miércoles 22 de enero, en el depósito de cadáveres de
Los Molinos, a cargo del Dr. Luis Mariño. La causa de la muerte: hemoptisis y
parada cardíaca. Según la información publicada en caliente por ABC, el albañil encontró la puerta del
garaje abierta y al director, fallecido, dentro del coche. Nada de una mujer
acompañante.
Se sucedieron los homenajes y las
muestras de condolencia nacionales e internacionales. La Filarmónica de Viena
suspendió los conciertos que tenía programados con él. La Orquesta Suisse
Romande apadrinó a su hijo Fernando, costeándole los estudios hasta la mayoría
de edad. A su viuda Juanita le quedó una reducida pensión de 800 pesetas.
Ataúlfo Argenta era apuesto y
exitoso con el público femenino. Él no parecía desdeñar ciertas aventuras: “Cuando se hizo famoso las mujeres le
seguían” (Eduardo Hernández Asiain, violinista e íntimo amigo). Sencillo,
tertuliano, impulsivo, irreflexivo a veces; simpático con sus amigos, generoso,
solidario. En 1957, donó su batuta de brillantes para paliar los efectos de
unas inundaciones en Valencia; la batuta fue comprada por Radio Juventud de
Murcia por 50.000 pesetas, y “rescatada” luego por suscripción popular por el
pueblo santanderino, quien la retornó a sus hijos. Dotado de buena memoria, Argenta
dirigía sin partitura a sus autores favoritos. Temperamental en el trabajo,
enamorado de la pesca en Castro, del fútbol, de los buenos coches, del cine y
de la fotografía. Popularizó la música clásica y engrandeció la música
española, en especial la zarzuela. Junto a su amigo, el crítico de ABC Antonio Fernández-Cid, inició en el
seminario de Corbán, cerca de Santander, a finales de los cuarenta, una serie
de encuentros musicales que derivarían pronto en dos grandes festivales
internacionales, de los que se beneficiarían también otros artistas de talento
destacado, como el bailarín Antonio.
En agosto de 2013, el consistorio
de Santander acordó dedicar a la memoria del director la calle de General Mola,
que pasará a llamarse de Ataúlfo Argenta.
* * *
Ataúlfo Argenta fue un hombre humilde hecho a sí mismo, con el
beneplácito de dos dictaduras, la de Hitler en Alemania, y la de Franco en
España. Sin embargo, fue un profesional querido, requerido y respetado después
de la S.G.M. por países como Gran Bretaña, Suiza y Francia. Comparte con otro
gran maestro, el pianista y director valenciano José Iturbi Báguena,
ciertos rasgos coincidentes: Iturbi era hijo de un encendedor de farolas,
trabajó como pianista de cine mudo, y ofreció una gira de conciertos benéficos
para socorrer la riada valenciana de 1957. Pero dos días antes del nacimiento
de Argenta en Castro Urdiales, Iturbi ya recogía éxitos como concertista en
Bilbao y París. A diferencia de Argenta, que se fue a estudiar y a trabajar a
Alemania bajo el nazismo, Iturbi marchó a Estados Unidos, donde prosiguió su
carrera musical. Iturbi vivió entre Valencia y Los Ángeles, ciudad donde murió
en junio de 1980.
* * *
“¿Por qué tanta prisa en llegar a la dirección? Para ello es necesario
una sólida preparación no solamente de composición, sino haciendo también un
estudio profundo de algún instrumento… el estudio de la interpretación en la
literatura escrita… tocar música de cámara… actuar si es posible en orquestas
sinfónicas, y oír, oír… Esta es la preparación mejor para la dirección de
orquesta.” (Ataúlfo Argenta, “La formación del Director de Orquesta”)
* * *
[BIBLIOGRAFÍA: Ataúlfo Argenta. 100 años del nacimiento de
un maestro, de Fernando Sastre Allegue, Santander, Ediciones Tantín, 2013.
Argenta, una batuta centenaria, por Jesús Ruiz Mantilla, folleto
editado por Acción Cultural Española, 2013. Ver este folleto.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario